Y es que de ese
“material” está empedrado el camino al infierno. El sólo hecho de contemplar
una acción de buena voluntad o dar marcha a una iniciativa plausible por sus
propósitos, por sí misma no garantiza su
realización exitosa.
El más sencillo
de los cometidos, toda vez que involucra
a otros, con sus diferentes expectativas
e intereses, amén de circunstancias ariscas y no predecibles, tiene su ciencia, es decir, demanda investigación sobre el terreno mismo, al
tiempo que estudio juicioso de
experiencias parecidas en contextos disimiles y una dosis de creatividad y
talento para sortear dificultades e imprevistos. Sin este último componente que
lleva consigo entusiasmo y compromiso y si fallase el ingrediente investigación
y estudio, se puede pronosticar el inminente fracaso de las acciones a
desplegar; se develaría además un estar incurriendo en ese simplismo con nombre de voluntarismo.
Mente abierta y cero coqueteo
con el dogmatismo, es condición indispensable para gozar y sacar
partido a la aventura. Pero con ello debe haber blindaje contra la tentación de
buscar la procedencia de las
observaciones que formulan otros, o asociar éstas con sentimientos de simpatía o antipatía, las más de las
veces emparentada con celos. Son filtraciones de lo irracional que
terminan conspirando contra un proyecto, no dejando ver desaciertos, errores y
tumbos.
Lo dicho
encuentra en el contexto de la educación, en el ámbito escolar, un excelente laboratorio.
Y no hay temas o áreas en las que esta eventualidad se pueda dar por descontada.
Es más, no se
pueden descartar prejuicios
relacionados con el micro-poder institucional y las ovaciones cifradas al ego, que nada tiene que ver con los méritos. Caso
en el cual el descalabro estaría de antemano garantizado para cualquier
actividad o proyecto por muy bueno que parezca.
Sea cual fuere
el campo u objeto sobre el que verse un conjunto de acciones, llámese proyecto
o plan, vale la pena considerar una prueba
ácida para valorar su consistencia, sus resultados: 1. Podría ser
planteándonos paradojas. Estando buscando X resultado, no obstante, al dejar de hacer obligaciones básicas
-esenciales-, a la larga se estaría
tendiendo una celada contra la cristalización de ese X resultado. 2. ¿Qué define o cual la caracterización de
lo que se quiere lograr? Y a pesar de
resuelto el interrogante, se procede de manera equivocada, contrario a lo establecido.
3.¿ Las tareas que se trazan y realizan son las efectivas para sembrar nuevas
prácticas, trasformando las viejas, o sencillamente ellas refuerzan las
viejas?. Esta triple prueba ácida, puede llevarnos a concluir que el
tratamiento -por el tipo de los remedios dispuestos-, terminaría peor que la
enfermedad. Cómo calificar sino de suicida el persistir, con estrategias escachadas, la solución de un
problema?
Lo anterior no
lo resuelve la existencia de un cronograma,
tampoco su aplicación, dado que el asunto en cuestión reside en el tipo de actividades seleccionadas, que
en últimas nos podría estar re-enviando a la concepción del problema o cuestión planteada. Y contra eso sí que la solución es cortar por lo sano, como decían los
viejos. Se trataría más bien de enfrentar un tipo de mentalidad, un particular modelo de pensamiento. Y si además quienes presiden o lideran tienen una
relación (afectivo-cognoscitiva) marginal con el problema, el fenómeno adquiere
color de hormiga (¿?).
No hay un problema
del contexto escolar, localizado de modo particular, en el que no podamos aplicar creativamente
estas reflexiones. Sean asuntos por abordan en el PEI, o aspectos recurrentes
sobre trasformaciones de relaciones y prácticas, entre ellas cómo afrontar la
escritura, la lectura, la competencias, etc.
Ramiro del
Cristo Medina Pérez
Santiago de
Tolú, septiembre 15 - 2014