domingo, 21 de septiembre de 2014

Y es que de ese “material” está empedrado el camino al infierno. El sólo hecho de contemplar una acción de buena voluntad o dar marcha a una iniciativa plausible por sus propósitos,  por sí misma no garantiza su realización exitosa.

El más sencillo de los cometidos,  toda vez que involucra a otros,  con sus diferentes expectativas e intereses, amén de circunstancias ariscas y no predecibles,  tiene su ciencia, es decir, demanda investigación sobre el terreno mismo, al tiempo que estudio juicioso de experiencias parecidas en contextos disimiles y una dosis de creatividad y talento para sortear dificultades e imprevistos. Sin este último componente que lleva consigo entusiasmo y compromiso y si fallase el ingrediente investigación y estudio, se puede pronosticar el inminente fracaso de las acciones a desplegar; se develaría además un estar incurriendo en ese simplismo con nombre de voluntarismo.

Mente abierta y cero coqueteo con el dogmatismo,  es condición indispensable para gozar y sacar partido a la aventura. Pero con ello debe haber blindaje contra la tentación de buscar la procedencia de las observaciones que formulan otros, o asociar éstas con sentimientos de simpatía o antipatía, las más de las veces emparentada con celos. Son filtraciones de lo irracional que terminan conspirando contra un proyecto, no dejando ver desaciertos, errores y tumbos.

Lo dicho encuentra en el contexto de la educación, en el ámbito escolar, un excelente laboratorio. Y no hay temas o áreas en las que esta eventualidad se pueda dar por descontada.

Es más, no se pueden descartar prejuicios relacionados con el micro-poder institucional y las ovaciones cifradas al ego,  que nada tiene que ver con los méritos. Caso en el cual el descalabro estaría de antemano garantizado para cualquier actividad o proyecto por muy bueno que parezca.

Sea cual fuere el campo u objeto sobre el que verse un conjunto de acciones, llámese proyecto o plan, vale la pena considerar una prueba ácida para valorar su consistencia, sus resultados: 1. Podría ser planteándonos paradojas. Estando buscando X resultado, no obstante,  al dejar de hacer obligaciones básicas -esenciales-,   a la larga se estaría tendiendo una celada contra la cristalización de ese X resultado.  2. ¿Qué define o cual la caracterización de lo que se quiere lograr?  Y a pesar de resuelto el interrogante, se procede de manera equivocada, contrario a lo establecido. 3.¿ Las tareas que se trazan y realizan son las efectivas para sembrar nuevas prácticas, trasformando las viejas, o sencillamente ellas refuerzan las viejas?. Esta triple prueba ácida, puede llevarnos a concluir que el tratamiento -por el tipo de los remedios dispuestos-, terminaría peor que la enfermedad.  Cómo calificar sino de suicida el persistir,  con estrategias escachadas, la solución de un problema? 

Lo anterior no lo resuelve la existencia de un cronograma, tampoco su aplicación, dado que el asunto en cuestión reside en el tipo de actividades seleccionadas, que en últimas nos podría estar re-enviando a la concepción del problema o cuestión planteada.  Y contra eso sí que la solución es cortar por lo sano, como decían los viejos. Se trataría más bien de enfrentar un tipo de mentalidad, un particular modelo de pensamiento. Y si además quienes presiden o lideran tienen una relación (afectivo-cognoscitiva) marginal con el problema, el fenómeno adquiere color de hormiga (¿?).

No hay un problema del contexto escolar, localizado de modo particular,  en el que no podamos aplicar creativamente estas reflexiones. Sean asuntos por abordan en el PEI, o aspectos recurrentes sobre trasformaciones de relaciones y prácticas, entre ellas cómo afrontar la escritura, la lectura, la competencias, etc.

Ramiro del Cristo Medina Pérez

Santiago de Tolú,  septiembre 15 - 2014